Priv. Katsumi | ¡No vi por donde iba!

Plan B.

Sin prestar ninguna atención a su habitual e infernal clase de matemáticas, se dedicaba a escribir en un pequeño cuaderno morado decorado con líneas verticales negras todos los datos que había recopilado antes de empezar el día sobre Alisson Woods. Releía cada una de las frases, oraciones y citaciones que había conseguido apuntar, intentando enlazar todas las cosas para que al final tuvieran algún sentido y la pudieran llevar un paso por delante. Por un momento miró su pequeño reloj negro, el cual anunciaba que en cinco minutos las clases llegaban a su fin. Cinco interminables minutos.

Pese a ser lunes y no haber tomado ni un apunte sobre las dichosas ecuaciones exponenciales, tenía ya planeado pasar la noche en vela buscando por internet más datos, lo que llevó a su cabeza que quizás en la biblioteca de la academia tuvieran algo, aunque fuera lo mínimo. Aunque sonaba algo estúpido, a lo mejor tenían información sobre antiguos alumnos, o incluso del propio recinto; cualquier cosa la ayudaría. En el caso de que no encontrara nada tenía un plan B, siendo el peor y el que deseaba no tener que llevar a cabo; entablar conversación con algún alumno que llevara bastante tiempo en la academia como para poder enseñarle el lugar y, si fuera posible, hablar sobre la joven asesinada.


Caminaba con la vista fija en su cuaderno, volviendo a repasar lo que había escrito, con la esperanza de que no se perdiera o chocara con alguien o con algo. Con suerte una compañera le había prestado su cuaderno de matemáticas para que copiara los apuntes que habían tomado hoy, suponiendo ésto un problema mayor para su investigación, pero que en el fondo agradecía. — Tch... Que le den a las matemáticas. No voy a hacer el estúpido teorema de Pitágoras para resolver un asesinato — susurró para si misma levantado por unos instantes la mirada, viendo al final de pasillo su destino. Y por más que lo pensara no encontraba sentido a las matemáticas, no vas a ir a una tienda para pedirle a la dependienta panes con una fórmula matemática. Además que ser detective no requiere la parte científica, o eso creía.

Abrió lo más mínimo la puerta, lo suficiente como para que su esbelto cuerpo pasara sin muchos problemas y así no llamar la atención. Examinó la sala, encontrando a bastante gente centrada en su lectura, algunos estudiando y otros buscando libros; prácticamente perfecto para centrarse en su investigación. A pesar de comenzar su búsqueda por cualquier sección esperando encontrar un libro que capte su atención, sus ojos se mantenían fijos en su cuaderno, como si fuera a caer del cielo el libro que buscaba o la respuesta con el nombre del culpable de la muerte de Alisson.

Cada vez que escuchaba ese nombre, o cualquier palabra relacionada con la muerte las dudas volvían a su cabeza, haciendo de ésta un caos total, el cual debía debía de resolver como si de un rompecabezas se tratase, esperando que fueran tan solo mil piezas, cuando en realidad probablemente eran millones.

Y debido a su distracción en un momento dado chocó contra alguien, dejando a la detective sentada en el suelo y su libreta unos metros de donde se encontraba. Lo que primero pasó por su cabeza era irse sin más y continuar con su objetivo, pero tras escuchar las disculpas de una voz femenina decidió empezar su plan B. —  No te preocupes — respondió en tono bajo intentando que su sonrisa no pareciera forzosa. —  Andaba distraída y no miraba por donde iba — explicó levantándose y recogiendo su cuaderno, fijándose en la montaña de libros que llevaba la chica. —  Wow, ¿leerás todos? — preguntó sorprendida a la chica de cabellos rubios, a simple vista bastante simpática y quizás patosa. Pero si quería lograr que le contara algo debía de dejar de pensar en cómo podría ser ella, y preocuparse en cómo en realidad es. Esperó una respuesta mientras volvía su vista hacia los que aún seguían mirando después de la caída, dedicándoles una mirada fría y cortante, haciendo que volvieran a prestar atención a lo que quiera que estuvieran haciendo.

Se sorprendió ver como las mejillas de la rubia tomaban un llamativo color rojo, aunque le pareció algo lindo no comprendía por qué se había sonrojado, dejo de prestarle importancia a ello y examinó el montón de libros que con rapidez volvió a apilar, llegando a ver que trataban sobre números, quizás matemáticas o física y química; ninguna de esas dos asignaturas se le daba bien, en clases simplemente se dedicaba a dibujar o pensar en cualquier cosa que no fueran fórmulas.

Al escuchar su respuesta no se sorprendió, comprendía la necesidad de querer aprobar, incluso ella misma había cogido montones de libros para una asignatura y al final no utilizó ni la mitad, aunque nunca se ha preocupado por las asignaturas científicas, simplemente las dejaba ahí y con un poco de suerte las recuperaba haciendo trabajos o estudiando lo mínimo y aprobando con una nota baja. No estaba allí para estudiar, si no para resolver el caso de Alisson, ¿se volvería a repetir la situación? ¿Por qué tuvieron la maldad de rebelar los secretos de una pobre chica de dieciocho años? Cada vez por su cabeza pasaban más y más preguntas nuevas, las cuales apuntaría en cuanto le fuese posible para, más adelante, intentar darle una respuesta coherente.

— Vengo a copiar los apuntes de una compañera — respondió con total naturalidad, captando su atención la manera en la que se refería a ella, solo era una alumna más. — Claro — contestó casi al instante, haciendo que nuevamente sus pensamientos se esfumaran, comenzó a buscar la mesa más próxima para que la rubia se deshiciera de tal peso lo antes posible, ya conocía lo que era un buen dolor de espalda y agujetas. — Justamente recto, en esta dirección — se colocó a su lado para que pudiera ver hacia donde señalaba. — Hay una mesa libre, me quedaré a tu lado en el trayecto — colocó su dado índice en su labio inferior, con la vista fija al frente pensativa, haciendo una breve pausa. — Si quieres puedo llevar la mitad, se ven muy pesados — propuso finalmente con amabilidad, recordando que no había traído su libreta para intentar copiar la sopa de números de su compañera, tan solo tenía su pequeño cuaderno y un bolígrafo de tinta negra. No gastaría esas preciadas hojas, y menos para una asignatura como matemáticas.

— Ah sí — volvió a mirarla. — Mi nombre es Katsumi Kyouko, pero llámame Katsumi — se presentó, probablemente, en el peor momento. — Y no hace falta que me trates de usted, solo soy una alumna más — continuó refiriéndose a lo anterior, en el fondo agradeciendo que aún queden personas amables y educadas en el mundo.